Hace algunas semanas empecé a utilizar un par de aplicaciones para Android llamadas Lift y Duolingo. La primera de ellas promete ser una plataforma on-line de coaching y la segunda es un sistema de aprendizaje o, mejor dicho, de práctica de diferentes lenguas.
La decisión de empezar a utilizar las dos aplicaciones fue coincidente en el tiempo pero no tuvo nada que ver la una con la otra. En el caso de Lift, quería experimentar con una plataforma on-line de coaching para escribir sobre ella más adelante, cuando entienda que ya he experimentado con ella un “proceso entero”. La segunda viene por la necesidad de practicar Inglés más allá de ver todas las películas y series en este idioma y empezar a familiarizarme con otros idiomas que me resultan interesantes como el Alemán (así también podría ver como funcionaba la plataforma para alguien que desconoce el idioma que se intenta practicar).
La experiencia con las dos aplicaciones es más que interesante y digna de ser analizada en profundidad, pero hay un factor común que me molesta permanentemente y de este factor es del que os hablo hoy. Tanto Lift como Duolingo están empeñadas en que comparta mi progreso con mis amigos de Facebook, Twitter, LinkedIn o la lavandería del barrio. Básicamente, con esta estrategia te están diciendo: “como no vas a ser capaz de mantener tu compromiso con esto mejor que lo compartas con otros” o, mejor aún, “compara cuanto Inglés sabes en comparación con tu amigo que hace dos años que vive en Londres, seguro que te anima!”. Puede sonar demagogo pero no entiendo en que me tiene que ayudar decir a mis amigos los minutos que he salido a correr o cuantos adverbios nuevos he aprendido. Hay personas a las que esto les puede ayudar con su autoestima, pero si realmente estas haciendo un esfuerzo para hacer más ejercicio, escribir un número concreto de palabras cada día o aprender otro idioma, lo haces por ti. ¿O no?
Al revés de lo que creía tiempo atrás, creo que las personas pueden cambiar; pero si bien ese cambio es posible, también creo que tiene que venir desde dentro y no por los deseos de otros. Las personas que cambian por estímulos o peticiones externas raramente consolidan esos cambios y, con el tiempo, se pierde el efecto de dichos cambios porque éstos no venían de una creencia o de unos valores personales sino de una fina capa de lubricante social para conseguir unos objetivos definidos. Compartir mi evolución en Duolingo o Lift en Facebook, Twitter o la red social de turno no me aporta nada positivo… los idiomas que intento aprender o las actividades a las que intento dar más tiempo en mi día a día son, para mi, algo privado que no quiero dejar al alcance de todos mis contactos o seguidores.
Se que esta experiencia con este par de aplicaciones que he mencionado no es única. Existe un intento de que publiquemos un gran volumen de datos sobre nuestro día a día y, en ocasiones, puede resultar de utilidad o de distracción pero antes de volver a subir una foto de tu desayuno a Instagram o un mensaje de “buenos días” a Twitter piensa la cantidad de información que estás compartiendo con una fotografía o un mensaje de menos de 140 caracteres: ubicación, horario, calidad de la cámara que utilizas, tiempo que dedicas a tu smartphone, modelo de éste, marcas que consumes habitualmente, nivel de satisfacción con ellas, gasto que realizas de las marcas… ¿Quién se beneficia de toda esa información? ¿Tú? ¿Tus amigos? ¿De verdad? Si alguien va a ganar mucho dinero con tu información, por lo menos compártela de forma consciente y para que te sirva a alcanzar tus metas ¡y no porque hayan puesto un botón de color rojo en medio de la pantalla!.
La legislación no solo va con retraso, sino que crea situaciones tan absurdas como las producidas por la LOPD (Ley de Protección de Datos). Me explico: resulta que el dueño de un bar por tener informatizado las nóminas de una empleada y los números de cuenta de los proveedores tiene que realizar los trámites de LOPD (registro y actualizaciones), que suele pasar por la contratación de una empresa especializada, so pena de multas astronómicas. Sin embargo, el estado publica en BOE nombres, apellidos y numéros de DNI, y en todo momento debes facilitarle números de cuentas, sin ni siquiera obtener por su parte un compromiso de confidencialidad y con total impunidad, por no hablar de los tablones de anuncios de Ayuntamientos o Juzgados con anuncios de matrimonios o embargos… Ahora resulta también que la AEAT utiliza datos de redes sociales y prensa para realizar las oportunas investigaciones tributarias… O sea, que los datos viajan libremente a conveniencia, sin nigún respeto, a no ser que seas un pobre pringado que quiere respetar la normativa por honor o temor…
Totalmente de acuerdo contigo en varios puntos.
El primero en el del cambio:si cambias (o mejoras,que lo de cambiar no lo veo yo muy claro) por los demás dejarás de hacerlo en cuanto los demás no estén.Siempre debes hacerlo por tí mismo ya que es con quien vivirás siempre.
Después en el tema de compartirlo todo.¿A quién le importa si estoy perdiendo el tiempo en un juego, aprendiendo idiomas o usando una calculadora superguay de la muerte que, además, es gratis y “la usan tropecientos millones de usuarios más”?Yo creo que a nadie, hay parcelas de la vida que uno debe decidir si son privadas o no.
En el tema de compartir para comparar…No te extrañes vivimos en la sociedad de la competición, de ser el más alto, el más guapo, el más sano, el más listo, el que más triunfa… y si no lo eres es porque no tienes todas esas cosas/apps/ropa… tan megaguays que tienen todos.Yo, lo siento, pero paso me gusta sentirme un poquito libre (aunque no sea real) y decidir qué comparto y con quién, y decidir las cosas por mi propio criterio.( lo que me da algún quebradero de cabeza en mi nuevo proyecto)
En fin,que no habia leido nunca tu blog y me voy a quedar por aquí. 🙂