Después de dar el pistoletazo de salida a mi colaboración en el blog de neuroscience in business® con el artículo “El mensaje no solo es el mensaje“, me di cuenta había podido hablar acerca de ciertos aspectos que pueden ayudar a las organizaciones a mejorar su comunicación (tanto interna como externa) pero que me había dejado algo…
… Me había dejado algo más importante que la mejora de la eficacia del proceso comunicativo, más importante que la importancia de una buena estructura lógica del mensaje, más importante que el mensaje en sí… me había olvidado que si no te puedes expresar nada importa.
En mi día a día, las clases que doy en la universidad tienen un peso importante, ya no por las horas que estoy en clase, sino por el esfuerzo que pongo para que en todas ellas pueda transmitir aquello que quiero transmitir, ofrecer las guías para que los estudiantes se puedan desarrollar y dar mi apoyo para que ellos lleguen dónde yo no alcanzo y no alcanzaré.
Ayer (dos de Octubre de 2017), mientras las diferentes universidades se posicionaban sobre lo que tenía que pasar al día siguiente, yo estaba intentando dar clase lo mejor posible acerca del desarrollo web pensando para mí mismo “¿y que importa que sepan hacer una página web si nadie puede leerla?”, “¿para qué seguir esforzándonos en formar profesionales competentes, críticos y capaces si cuando lleguen al mercado laboral quizás no puedan expresar sus opiniones?”. Y así durante dos horas con alguna que otra lágrima cayéndose de vez en cuando.
El día anterior había visto imágenes de mi instituto bajo un cordón de seguridad de la Policía Nacional. En ese instituto me pasé seis años de mi vida y, durante ese tiempo, dediqué prácticamente un trimestre a debatir alrededor de la consitución. No me acuerdo si fue en Filosofía o en alguna optativa relativa a la ética pero el caso es que estuvimos tres meses con ello (NOTA: Es un instituto público de Barcelona, IES Joan Boscà, en el que no nos detuvimos ni un día a tratar el estatuto así que no me considero especialmente adoctrinado por el sistema educativo).
A ver, nunca he sido un gran fan de las normas impuestas por otros. Lo saben aquellos que han tenido que sufrirme como alumno, jugador, trabajador, compañero, amigo, pareja, socio, hijo, hermano… Siempre he sido tremendamente crítico con cualquier orden directamente impuesta, y si además la fuente que la impone no me da ninguna oportunidad de debatirla o cuestionar su validez peor.
El hecho es que dándole vueltas a todo aquello que había visto en clase me vino a la cabeza que no podemos dar por garantizados nuestros derechos.
El mundo en el que vives, seguramente infinitamente mejor que el del 95% de la población mundial si estás leyendo esto, no es así “porqué siempre fue así”. ¡Para nada! Los derechos que te han dicho que tienes están ahí para que hagas algo por ellos, no se van a quedar para siempre a tu disposición si tú no trabajas para mantenerlos y deberías seguir luchando por ellos día tras día.
Uno de estos derechos es el derecho a la libertad de expresión.
Piensa que hay alguien detrás de cada esquina dispuesto a usurparte tu derecho a la libertad de expresión. Y no, esto no es un chiste ni una historia de miedo para niños.
Con la aparición de Internet parecía que tu derecho a la libertad de expresión quedaría para siempre flanqueado por la capacidad de cualquiera de expresarse libremente en las redes pero, tristemente, cada día vemos tendencias que nos hacen pensar que esto no va a ser así por mucho tiempo. Puede que pienses que esto solo ocurre en China o Corea del Norte, pero te invito a ejercer un poco tu pensamiento crítico más afilado y preguntarte: ¿Cómo sabe Movistar, Vodafone o Orange que me conecto a WhatsApp o Facebook y no a otro servicio?¿Puede que lo hayan disfrazado de oferta comercial cuando lo que están haciendo es atentar contra la neutralidad de la red?
Una forma de defender tus derechos cada día es tomar consciencia de la importancia que tiene el secreto de las comunicaciones y forzar su cumplimiento en cada acción que realices… Esto que cuando hablamos de correo postal a todos nos parece lo más básico, cuando hablamos de Internet no siempre es así.
Y si piensas que la postura “como no tengo nada que ocultar no pasa nada” es aceptable, te invito a que no sigas leyendo
Si quieres defender tu derecho a la privacidad en tu comunicación a través de Internet te presento cuatro medidas para que las utilices día a día:
Encripta tu conexión a Internet
Puedes utilizar servicios de VPN que lo que hacen es que tu proveedor de conexión a Internet no pueda acceder a tu tráfico. La facilidad para acceder a este tipo de servicio de encriptación ha mejorado mucho en los últimos años y te diría que es imprescindible si te conectas habitualmente a redes públicas como pueden ser aquellas que te proporcionan en bares, hoteles, aeropuertos, espacios de co-working… Nunca sabes quien puede estar conectado a este tipo de redes.
De todas maneras, te recomiendo que utilices siempre este tipo de conexiones, ya que de esta manera tu comunicación siempre estará protegida.
Los “puntos flacos” de esta medida es que para tener un buen servicio de VPN seguramente tengas que pagar y que tienes que escoger sabiamente para que no sea el proveedor de este servicio el que te esté espiando a ti… en ese caso el remedio podría ser peor que la enfermedad.
Yo utilizo habitualmente Private Internet Access y me funciona muy bien pero tienes un montón de sitios en los que se comparan diferentes proveedores.
Utiliza servicios de mensajería encriptados
Muchos de los proveedores de correo se preocupan por la seguridad de tu información, te proponen activar el control de acceso en dos pasos, te ofrecen complementar las posibilidades de regeneración de contraseñas pero quizás hacen poco por tu privacidad de cara a “otros actores” de la comunicación.
Utilizar servicios de mensajería con el foco en la seguridad y la encriptación de la información siempre puede mejorar tu privacidad. Yo, personalmente, prefiero utilizar Telegram (aunque se que no es perfecto) frente a WhatsApp y recurro a Protonmail para mis correos seguros.
Existen alternativas mucho más seguras pero estas dos son algunas que pueden mejorar tu seguridad sin tener un gran impacto en tu flujo de trabajo actual.
Utiliza tu navegador conscientemente
Principio básico uno: Limpia las cookies regularmente.
Principio básico dos: Instala un bloqueador de publicidad para que el principio básico uno no sea tan crítico. Yo utilizaba AdBlock Plus pero me pasé recientemente a AdBlocker Ultimate y estoy muy contento con él, se nota en la velocidad de carga de las páginas.
A parte de esto, te puedes plantear trabajar con TOR como navegador y proteger tus comunicaciones. Navegar con TOR implica una serie de sacrificios como no tener JavaScript activado por defecto o recibir un aviso si maximizas la ventana del navegador, pero a cambio puedes acceder a una gran cantidad de sitios que sin él no podrías 😉
Encripta tu información
Si tu móvil, tablet u ordenador tienen menos de dos o tres años, muy probablemente ya tengan la posibilidad de encriptar la información que hay almacenada en ellos.
Si no la tienen y hay riesgo de pérdida de información si lo fuerzas, asegúrate que la próxima vez que tengas que formatear, reiniciar de fábrica o similar, actives la opción. Tu información lo agradecerá en caso de robo, pérdida o acceso no autorizado.
A mi me tomó seis años en un instituto fantástico y un discurso del mejor profesor que podía haber tenido en ese momento (gràcies Jordi allà on siguis), pero tomar consciencia de tu papel en la sociedad no es algo cómodo y, a la vez, es imprescindible para preservar tu futuro y el de los tuyos.
Y, ¡ahora sí! Por fin saqué de dentro aquello que me carcomía desde la clase del pasado lunes y ya puedo enfocarme otra vez en mi colaboración con otras empresas. La defensa de los derechos y libertades es un asunto que nos concierne a todos; no todo es tan bonito como te lo muestran por TV pero, y todavía más importante, puede ser más bonito de lo que te dejan pensar.
Espero que te haya hecho pensar y que te animes a poner en práctica alguna de las medidas que te he presentado. Un futuro con tus derechos de libertad de expresión y, si me apuras, de acceso libre a la información intactos está en juego.
Gracias por este interesante artículo Xavi. Llevo tiempo pensando en el tema de la privacidad. Hace un par de meses vi una película llamada “El círculo” que retrata bastante la problemática, y describe muchas de las opciones que me pasaban por la cabeza. He llegado a una conclusión “transitoria” (jeje, nada que ver con otro tema), que puede parecer bastante aberrante a los ultra defensores de la privacidad… pero ahí va mi pregunta: realmente crees que puedes controlar íntegramente tu privacidad? qué hay de la trazabilidad de tus compras, la localización de tu dispositivo móvil, las escuchas telefónicas, del “secuestro” de nuestra voluntad sólo por tener que aceptar las condiciones que nos imponen cuando descargamos algún programa o aplicación etc…?
Y es que creo que no debemos confundir privacidad con intimidad. En lo que a mi respecta, no me importa que “alguien” sepa donde estoy, pero sí me importa no “divulgar” donde estoy (debemos aprender a manejar nuestras redes sociales). Si quisiera esconder (o “privatizar”) mi vida, creo que no existiría mejor solución que vivir lejos de la sociedad, sin telecomunicaciones, sin electricidad, sin compras, etc… Está claro que me indignan los delitos informáticos en contra de las personas, no me indignaría menos que me robaran el bolso o el móvil con todo lo que llevo dentro, o leyeran la correspondencia que llega a mi buzón de Correos!
Creo que el secreto está en encontrar un equilibrio que nos permita vivir en esta sociedad sin tener que entrar en paranoias, y ser consciente de los riesgos que tomamos con cada una de las “actuaciones digitales” que emprendemos, así como de sus posibles consecuencias. Esto es igual que conducir un vehículo, o llevar dinero encima, o entregar una fotocopia de tu DNI, o mostrar una tarjeta de crédito, o poner tu pin en el cajero, o auto-medicarte, o seguir al pie de la letra lo que te diga el médico, o alimentarte de comida basura, etc…
Es un punto de vista interesante, pero al fin y al cabo, la privacidad es un derecho al que estamos renunciando poco a poco y quizás cuando queramos reclamarlo ya sea demasiado tarde.
Yo soy el primero que durante muchos años he ido sin dinero en el bolsillo para realizar mis compras y desde hace un tiempo he decidido volver al dinero en metálico para evitar precisamente que puedan analizar mis patrones de consumo, rechazo la utilización de tarjetas de fidelización al máximo y protejo mi actividad digital para evitar que sea sencillo “encontrarme” cuando no quiera ser encontrado.
Los dispositivos de localización han sido de gran utilidad, pero tenemos que empezar a ser conscientes que los utilizamos o terminaremos cediendo por inconsciencia todos nuestros movimientos al Gran Hermano que nos está vigilando. Porque existe y sabemos que existe… pero no pensamos en él suficientemente a menudo 😉